miércoles, 20 de febrero de 2013

TESEO Y EL MINOTAURO ( I )

Por qué los atenienses deben enviar cada año a Creta siete muchachos y siete muchachas como alimento del Minotauro

Seguimos el relato de la Biblioteca mitológica (Libro III 209 - 214) de Apolodoro (s. I - II d. C.):
Entretanto Egeo llegó a Atenas y celebró los juegos de las Panateneas, en los que el hijo de Minos, Androgeo, venció a todos. Entonces Egeo lo mandó contra el toro de Maratón y Androgeo fue destrozado por este. Sin embargo, algunos dicen que marchó a Tebas a participar en los juegos en honor de Layo y que cayó en una emboscada de los participantes y fue muerto por envidia. Minos estaba haciendo un sacrificio en honor de las Cárites en la isla de Paros; cuando le fue comunicada la muerte de su hijo, se quitó la corona de la cabeza y detuvo a los flautistas, pero no dejó de cumplir el sacrificio. Por ello hasta hoy en Paros se hacen sacrificios a las Cárites sin flautas y sin coronas.
No mucho tiempo después, Minos, siendo ya dueño del mar, atacó Atenas con una escuadra. Tomó Mégara bajo el reinado de Niso, el hijo de Pandión, y mató a Megareo, el hijo de Hipómenes,  que había venido desde Onquesto para ayudar a Niso. También murió Niso, por traición de su hija; en efecto, tenía Niso una cabello de púrpura en medio de la cabeza y había un oráculo según el cual moriría si le arrancaban ese cabello. Su hija Escila se enamoró de Minos y le arrancó el cabello a su padre. Así Minos se apoderó de Mégara; a Escila la ató a la popa por los pies y la sumergió.
Mapa de Grecia

Como la guerra se demoraba y no podía tomar Atenas, rogó a Zeus poder vengarse de los atenienses; se abatieron entonces sobre la ciudad de Atenas el hambre y la peste. Por su parte, los atenienses, en primer lugar, de acuerdo con un viejo vaticinio, sacrificaron sobre la tumba del cíclope Geresto a las hijas de Jacinto: Anteis, Egleis, Litea y Ortea. Jacinto procedía de Lacedemón y se había instalado en Atenas. Pero el sacrificio no les resultó de ninguna utilidad y consultaron al oráculo sobre su liberación. El dios les respondió que deberían dar a Minos las satisfacciones que él eligiera.
Por tanto, los atenienses enviaron emisarios a Minos para que le preguntaran sus exigencias. Minos les ordenó enviar como alimento para el Minotauro siete muchachas y otros tantos muchachos desarmados. El Minotauro estaba encerrado en el laberinto, del que resultaba imposible salir a todo aquel que entrara, pues a base de enmarañadas sinuosidades se impedía la salida, que era ignorada. El laberinto lo había construido Dédalo, hijo de Eupálamo (hijo a su vez de Metión) y de Alcipe.
 (Trad. de José Calderón Felices, Madrid, Akal, 1987; con modificaciones)

El Minotauro


El mitógrafo romano Higino (64 a. C. - 17 d. C.) en su Fábulas ofrece la siguiente información:
FÁBULA 41: MINOS
1. Minos, hijo de Júpiter y de Europa, luchaba contra los atenienses; su hijo Androgeo murió en combate. Después de haber vencido a los atenienses, estos empezaron a pagar un tributo a Minos. Este dispuso, además, que cada año enviaran siete hijos de los atenienses para alimentar al Minotauro.
 (Trad. de Guadalupe Morcillo, Madrid, Akal, 2008; con modificaciones)

domingo, 17 de febrero de 2013

DÉDALO

Dédalo se refugia en Creta, junto al rey Minos

Apolodoro (s. I - II d. C.) en su Biblioteca mitológica (Libro III 214-215) nos relata lo siguiente sobre Dédalo:
El laberinto de Creta lo había construido Dédalo, el hijo de Eupálamo (hijo a su vez de Metión) y de Alcipe. Dédalo era el mejor arquitecto y el primer inventor de estatuas. Había huido de Atenas por haber arrojado desde la acrópolis a Talo, el hijo de su hermana Pérdix, que era su discípulo; había sentido miedo de que, dado su ingenio, lo superase. En efecto, en una ocasión, Talo encontró una mandíbula de serpiente y serró con ella una madera fina. El cadáver de Talo fue descubierto y Dédalo, juzgado en el Areópago, fue condenado y escapó al lado de Minos, el rey de Creta. Entonces, cuando Pasífae se enamoró del toro de Posidón, Dédalo la sirvió ideando una vaca de madera y construyó el laberinto, al que cada año los atenienses enviaban siete muchachos y otras tantas muchachas como alimento para el Minotauro.
(Trad. de José Calderón Felices, Madrid, Akal, 1987; con modificaciones)


El escritor romano Higino (64 a. C. - 17 d. C.) en sus Fábulas da una información semejante a la de Apolodoro, cambiando el nombre de su sobrino:
 Fábula 39
 Dédalo, hijo de Eupálamo, del que se dice que había recibido de Minerva el don de la artesanía, arrojó desde lo alto de un tejado a Perdiz, el hijo de su hermana, porque envidiaba su destreza, pues Perdiz había sido el primero en inventar la sierra. Por este crimen, Dédalo se marchó de Atenas al exilio, en Creta, junto al rey Minos.
(Trad. de Guadalupe Morcillo, Madrid, Akal, 2008; con modificaciones)



El poeta romano Ovidio (43 a. C. - 17 d. C.), en sus Metamorfosis (Libro VIII 236 - 259) nos da la versión siguiente:
Colocaba Dédalo en el túmulo el cuerpo de su pobre hijo Ícaro, cuando lo vio desde una fangosa acequia una perdiz charlatana, que aplaudió con sus alas y manifestó su alegría cantando, ave entonces única, nunca vista en años anteriores y que, convertida en pájaro hacía poco, era para ti, Dédalo, un perpetuo reproche. En efecto, ignorando el destino, la hermana de Dédalo le había confiado su hijo para que lo educase, un muchacho de doce años cumplidos y espíritu capaz para las enseñanzas. Este incluso observó la espina central de un pez, tomó de ella modelo y talló una hilera de dientes en un hierro afilado, inventando así el uso de la sierra. También fue el primero que unió dos piezas de hierro mediante una juntura de manera que, separadas ambas piezas por una distancia constante, una permanece en su sitio y la otra traza un círculo. Dédalo sintió envidia y desde la sagrada ciudadela de Minerva lo arrojó de cabeza, fingiendo luego una caída. Pero la diosa Palas, protectora del talento, recogió al muchacho y lo convirtió en ave, y en medio de los aires lo cubrió de plumas. Aunque pájaro, su antigua fortaleza y vivacidad de ingenio pasó a las alas y a las patas; en cuanto al nombre, subsistió el que antes tenía, Perdiz. Sin embargo, esta ave no remonta mucho el vuelo ni hace sus nidos en las ramas ni en las altas cimas; revolotea cerca del suelo, pone sus huevos en los setos y tiene miedo a las alturas acordándose de su antigua caída.
(Trad. de A. Ramírez de Verger y F. Navarro Antolín, Madrid, Alianza, 1998; con modificaciones)


Dédalo, Pasífae y el toro

El siguiente relato lo hallamos también en la Biblioteca mitológica (Libro III 8 - 11) de Apolodoro (s. I - II d. C.)

Muerto Asterio sin descendencia, Minos quería reinar en Creta, pero encontró obstáculos. Él argumentaba que había conseguido el reino por la voluntad de los dioses y, para que eso fuese más creíble, decía que los dioses le concederían lo que les pidiera. Así pues, Minos le ofreció un sacrificio a Posidón y le rogó que apareciese un toro del fondo del mar, después de prometer que lo sacrificaría en cuanto hubiese aparecido. Posidón entonces le envió un toro excelente y, de esta manera, Minos se hizo con el reino. Pero al toro lo envió a sus rebaños y sacrificó otro. Minos fue el primero en dominar el mar y extendió su poder sobre casi todas las islas. Pero Posidón se irritó contra él por no haberle sacrificado el toro, volvió a este animal salvaje e hizo que Pasífae, la esposa de Minos, sintiera deseos por él.
Pasífae, enamorada del toro, utilizó a Dédalo como cómplice. Este era arquitecto y había huido de Atenas por un asesinato. Dédalo fabricó una vaca de madera sobre ruedas, la hizo hueca por dentro y la envolvió con la piel de una vaca desollada, poniéndola en el prado en el que el toro acostumbraba a pacer. Metió luego dentro a Pasífae y, así, el toro se precipitó y copuló como con una vaca de verdad.
Entonces Pasífae dio a luz a Asterio, el llamado Minotauro. Tenía este cara de toro y el resto de hombre. Pero Minos lo encerró en el laberinto obedeciendo a ciertos oráculos y le puso vigilancia. El laberinto, construido por Dédalo, era una prisión que a base de intrincados corredores burlaba la salida.

(Trad. de José Calderón Felices, Madrid, Akal, 1987; con modificaciones)

Pasífae con el minotauro

Dédalo construye el laberinto de Creta

Ovidio (43 a. C. - 17 d. C.) nos relata en sus Metamorfosis (Libro VIII 155 - 168) lo siguiente:
Minos había visto crecer el oprobio de su familia; el vergonzoso adulterio de Pasífae era evidente por lo insólito del monstruo híbrido. Minos decide alejar de su casa esta infamia y encerrarlo en una mansión intrincada, en una morada tenebrosa. Dédalo, famosísimo por su pericia en el arte de la construcción, realiza la obra: enmaraña los puntos de referencias e induce a error a los ojos con las revueltas de múltiples pasadizos. Tal como el río frigio Meandro juega con sus límpidas aguas y con zigzagueante curso fluye y refluye, y saliendo a su propio encuentro contempla las olas que han de llegar y, encarando unas veces sus fuentes y otras el mar abierto, arrastra unas aguas sin rumbo cierto, así Dédalo llena de rodeos los innumerables pasadizos y a duras penas pudo volver él mismo a la entrada: tan grande es la trampa de aquel edificio.
(Trad. de A. Ramírez de Verger y F. Navarro Antolín, Madrid, Alianza, 1998; con modificaciones)  

Dédalo escapa de Creta

Apolodoro (s. I -II d. C.) nos suministra la siguiente información en su Biblioteca mitológica (Epítome I 10 - 12):
Cuando Minos se enteró de la huida de Teseo y de sus compañeros, encerró en el laberinto a Dédalo como responsable junto con su hijo Ícaro, que le había nacido de Náucrate, una esclava de Minos. Pero Dédalo se construyó unas alas para sí y para su hijo y a este, en el momento en el que echaba a volar, le recomendó que no volase hacia lo alto, no fuese que la cola se derritiese por el sol y las plumas se despegaran, ni tampoco cerca del mar, para que las alas no se desligaran por la humedad. Pero Ícaro, encantado, descuidando las instrucciones de su padre, empezó a elevarse cada vez más hasta que, fundida la cola, cayó en el mar Icario, así llamado por su nombre, y murió.
En cambio, Dédalo continuó sano y salvo hacia Camico en Sicilia. Pero Minos persiguió a Dédalo y, por cada país que rastreaba, llevaba una concha de caracol y prometía dar una gran recompensa a aquel que hiciera pasar un hilo a través de la concha, pensando que de esta manera encontraría a Dédalo. Cuando Minos llegó a Camico de Sicilia, a la corte de Cócalo, junto al cual se ocultaba Dédalo, le mostró la concha. Cócalo la cogió y le prometió que haría pasar el hilo, por ello se la entregó a Dédalo. Este le ató el hilo a una hormiga, agujereó la concha y dejó pasar a la hormiga por las espirales. Cuando Minos encontró que el hilo había pasado, supo que Dédalo estaba en la corte de Cócalo y enseguida se lo reclamó. Cócalo prometió entregárselo y hospedó a Minos. Pero este, bañado por las hijas de Cócalo, fue asesinado; en cambio algunos dicen que murió rociado con agua hirviendo.
(Trad. de José Calderón Felices, Madrid, Akal, 1987; con modificaciones)