sábado, 25 de marzo de 2023

LOS DOCE TRABAJOS DE HÉRCULES (III)

 Presentamos la versión que ofrece el mitógrafo Higino (64 a. C. - 17 d. C.) sobre los trabajos de Hércules en sus Fábulas mitológicas (XXX):

1. Cuando era niño, mató con sus manos dos serpientes que Juno había enviado. De ahí que se le llame Primigenio.

2. Al león de Nemea, invulnerable, al que la Luna había criado en una cueva con dos salidas, lo mató y tomó su piel para cubrirse.

3. A la Hidra de Lerna, hija de Tifón, con sus nueve cabezas, la mató junto a la fuente de Lerna. La Hidra tenía tal capacidad de envenenamiento que mataba a los hombres con su aliento y si alguien pasaba junto a ella mientras dormía, aspiraba su rastro y moría de un modo tortuoso. Siguiendo las instrucciones de Minerva, la mató, la destripó e impregnó sus flechas con su veneno. Así pues, cualquier cosa que Hércules atravesaba después con sus flechas, no escapaba a la muerte. Incluso más tarde, él mismo murió en Frigia.


4. Mató al jabalí de Erimanto.

5. Condujo un ciervo salvaje de Arcadia, vivo, con sus cuernos de oro, ante el rey Euristeo.

6. A las aves estinfálides, que lanzaban sus plumas como dardos, las mató con sus flechas en la isla de Marte.

7. El estiércol de los bueyes del rey Augias lo limpió en un solo día, gracias en gran parte a la ayuda de Júpiter. Hizo entrar allí un río y así desapareció todo el estiércol.

8. Al toro con el que Pasífae se había acostado, lo condujo vivo desde la isla de Creta a Micenas.

9. A Diomedes, rey de Tracia, y a sus cuatro caballos que se alimentaban de carne humana, los mató con la ayuda de su siervo Abdero. Los nombres de los caballos eran Podargo, Lampón, Janto y Dino.

10. Mató a la amazona Hipólita, hija de Marte y de la reina Otrera, y le arrebató el cinturón. Entregó, entonces, la cautiva Antíope a Teseo.

11. A Gerión, el hijo de tres cuerpos de Crisaor, lo mató con una sola flecha.

12. A la serpiente monstruosa, hija de Tifón, que solía guardar las manzanas de oro de las Hespérides, la mató junto al monte Atlas y llevó las manzanas al rey Euristeo.

13. Al can Cerbero, hijo de Tifón, lo condujo desde los Infiernos ante el rey Euristeo.



(Traducción de Guadalupe Morcillo Expósito, Akal, Madrid, 2008; con modificaciones)

martes, 21 de marzo de 2023

LOS DOCE TRABAJOS DE HERACLES (II)

 Seguimos el relato de Apolodoro (siglo I o II d. C.) en su Biblioteca mitológica (libro II, 96 ss)

Octavo trabajo: las yeguas de Diomedes

    El octavo trabajo que le ordenó Euristeo fue llevar a Micenas las yeguas de Diomedes el tracio. Este era hijo de Ares y de Cirene. Reinaba sobre los bistones, un pueblo belicoso de Tracia. Tenía además unas yeguas comedoras de hombres. Por tanto, Heracles navegó junto con un grupo de seguidores voluntarios, redujo a los guardianes de los establos de las yeguas y condujo a estas hacia el mar.

    Pero los bistones acudieron en su ayuda con las armas y entonces Heracles le entregó las yeguas a Abdero para que las vigilara. Abdero era hijo de Hermes, locro de Opunte y amante de Heracles. Las yeguas arrastraron y destrozaron a Abdero.

    Heracles, luchando contra los bistones, mató a Diomedes y obligó a huir al resto. Después de fundar la ciudad de Abdera junto a la tumba del malogrado Abdero, Heracles le llevó las yeguas a Euristeo y se las entregó. Pero Euristeo las dejó libres; las yeguas marcharon hacia el monte llamado Olimpo y fueron exterminadas por las fieras.

Noveno trabajo: el cinturón de Hipólita

    Como noveno trabajo, Euristeo le ordenó a Heracles traer el cinturón de Hipólita. Esta reinaba sobre las amazonas, que habitaban a orillas del río Termodonte. Las amazonas eran una raza guerrera, practicaban ejercicios viriles y si alguna vez daban a luz después de unirse con un hombre, criaban solo a las hembras. Además se comprimían el pecho derecho para que no les impidiese disparar, pero conservaban el izquierdo por si criaban.

    Hipólita tenía el cinturón de Ares como símbolo de su primacía sobre todas las demás amazonas. En busca de ese cinturón fue enviado Heracles, pues la hija de Euristeo, Admete, deseaba tenerlo. Por tanto, tomando consigo unos compañeros voluntarios, Heracles navegó en una sola nave [...] Cuando Heracles arribó al puerto de Temiscira, se le presentó Hipólita, le preguntó por qué había venido y prometió entregarle el cinturón. 

    Pero Hera, haciéndose semejante a una de las amazonas, iba y venía entre ellas diciendo que los extranjeros recién llegados estaban raptando a la reina Hipólita. Entonces, las amazonas, armas en mano, atacaron a caballo la nave de Heracles. Cuando Heracles las vio armadas, creyendo que se trataba de una trampa, mató a Hipólita y le arrebató el cinturón y, después de combatir con las demás, se hizo a la mar y arribó a Troya. [...] Finalmente llevó el cinturón a Micenas y se lo entregó a Euristeo.

Décimo trabajo: las vacas de Geriones

    El décimo trabajo que se le impuso a Heracles fue traer las vacas de Geriones desde Eritia. Eritia era una isla situada cerca del Océano, que ahora llaman Gadira. La habitaba Geriones, hijo de Crisaor y de Calírroe, la hija de Océano. Geriones tenía la corpulencia de tres hombres juntos, fundidos en uno por la cintura, pero separados en tres a partir de los flancos y los muslos. Poseía unas vacas rojizas, cuyo boyero era Euritión y cuyo guardián era Orto, el perro de dos cabezas, nacido de Equidna y de Tifón. 

    Así pues, Heracles marchó en busca de las vacas de Geriones a través de Europa y, tras exterminar muchos animales salvajes, penetró en Libia. Después de llegar a Tarteso, alzó como marca de su paso dos columnas simétricas sobre los montes de Europa y de Libia. Abrasado por Helio durante el camino, Heracles montó el arco contra este dios, que, admirado por su valor, le entregó una copa de oro, en la que Heracles cruzó el Océano.

    Cuando llegó a Eritia, acampó en el monte Abante. En cuanto el perro Orto advirtió su presencia, se lanzó contra él, pero Heracles lo golpeó con la maza y mató también al boyero Euritión, que había corrido en ayuda del perro. Sin embargo, Menetes, que estaba apacentando allí las vacas de Hades, le comunicó a Geriones lo que había sucedido.

    Geriones encontró a Heracles junto al río Antemunte llevándose las vacas, trabó combate con él, pero murió asaeteado. Heracles entonces embarcó las vacas en la copa, navegó hacia Tarteso y le devolvió la copa a Helio.




    Después de atravesar Abderia, Heracles llegó a Liguria, en donde Yalebíon y Dercino, hijos de Posidón, le robaron las vacas, pero Heracles les dio muerte y avanzó a través de Tirrenia. 

    Desde Regio un toro se separó del rebaño, se arrojó al mar y echó a nadar hacia Sicilia. Tras cruzar la comarca vecina, llegó al llano de Érix, quien reinaba sobre los élimos. Érix, que era hijo de Posidón, mezcló ese toro con sus rebaños particulares. Así que Heracles le confió las vacas a Hefesto y salió en busca del toro. Cuando lo encontró entre los rebaños de Érix, este le dijo que no se lo daría si no lo vencía en la lucha. Heracles se impuso en el enfrentamiento por tres veces y acabó matando a Érix. Recogió el toro con el resto del ganado y lo llevó al mar Jonio.

    Cuando llegó a las ensenadas del mar Jonio, Hera lanzó un tábano sobre las vacas, que se dispersaron por las estribaciones de Tracia. Heracles las persiguió, recuperó una parte y las guio hacia el Helesponto. Las vacas que quedaron abandonadas se asilvestraron posteriormente. Después de recoger el ganado con gran dificultad, Heracles se lo reprochó al río Estrimón e hizo innavegable un cauce que antes era navegable rellenándolo de piedras.

    Por fin, llevó las vacas a Euristeo, se las entregó y Euristeo las sacrificó en honor de Hera.

Undécimo trabajo: las manzanas de oro de las Hespérides

    Terminados los trabajos en ocho años y un mes, como Euristeo no aceptó el trabajo de los rebaños de Augias ni el de la hidra, le ordenó un undécimo trabajo: traer las manzanas de oro de las Hespérides. Estas manzanas no se hallaban en Libia, como dicen algunos, sino junto a Atlas entre los hiperbóreos. Tales manzanas se las había regalado Gea a Zeus cuando este se casó con Hera. Las vigilaba un dragón inmortal, hijo de Tifón y de Equidna, con cien cabezas y que utilizaba voces diversas y cambiantes. Junto con él vigilaban las Hespérides: Egle, Eritia, Hesperia y Aretusa. [...]

    Heracles atravesó Iliria y, dirigiéndose hacia el río Erídano, llegó junto a las ninfas, hijas de Zeus y de Temis. Estas le revelaron dónde estaba Nereo. Heracles atrapó a Nereo mientras domía y, a pesar de que Nereo adoptaba todo tipo de formas, Heracles lo ató y no lo soltó hasta averiguar por él dónde podría encontrar las manzanas y a las Hespérides. [...]

    Heracles llegó a los hiperbóreos ante Atlas. Prometeo le había dicho a Heracles que no fuera personalmente por las manzanas, sino que relevara a Atlas en el soporte de la bóveda celeste y que enviara a este. Heracles obedeció y relevó a Atlas. Atlas cogió tres manzanas de las Hespérides, se presentó ante Heracles y, como no quería volver a soportar la bóveda celeste, < le dijo a Heracles que él en persona le llevaría las manzanas a Euristeo. Heracles advirtió el engaño y le dijo a Atlas que soportara la bóveda un momento, pues > deseaba ponerse una almohadilla en la cabeza.




    Al oír esto, Atlas dejó las manzanas en el suelo y cogió la bóveda celeste. Entonces Heracles recogió las manzanas y se fue corriendo. Algunos dicen que Heracles no consiguió las manzanas con la ayuda de Atlas, sino que las recogió él mismo después de darle muerte a la serpiente que las guardaba.

    Heracles le llevó las manzanas a Euristeo y se las entregó. Euristeo, una vez que las recibió, se las regaló a Heracles, quien, a su vez, se las entregó a Atenea, la cual las llevó de nuevo a su sitio, pues no estaba permitido que se depositaran en cualquier otra parte.

Duodécimo trabajo: el can Cerbero

    El duodécimo trabajo que Euristeo le ordenó a Heracles fue traer a Cerbero desde el Hades. Cerbero tenía tres cabezas de perro y cola de dragón, y por el lomo tenía cabezas de todo tipo de serpientes. [...]

    Heracles se presentó después en Ténaro de Laconia, donde se halla la boca de bajada al Hades, y bajó por ella. Cuando las almas lo vieron, huyeron, excepto las almas de Meleagro y la de la Gorgona Medusa. Heracles desenvainó la espada contra la Gorgona como si estuviera viva, pero supo por Hermes que solo era una forma vacía.

    Cuando se hallaba ya cerca de las puertas de Hades, encontró a Teseo y a Pirítoo, quien había pretendido en matrimonio a Perséfone y por esta causa había sido encarcelado. Cuando estos vinieron ante Heracles, le tendieron las manos como si fueran a ser resucitados por su fuerza. Entonces Heracles tomó a Teseo de la mano y lo sacó. Pero, queriendo subir también a Pirítoo, tembló la tierra y tuvo que soltarlo. [...]




    Después Heracles le pidió a Plutón que le permitiera llevarse a Cerbero. Plutón le dijo que se lo llevaría si lograba reducir al perro sin las armas que llevaba. Así, cuando Heracles encontró a Cerbero a las puertas del Aqueronte, resguardado por la coraza y totalmente cubierto por la piel del león, le echó a Cerbero las manos alrededor de la cabeza, lo apresó y no lo soltó, estrangulando a la fiera hasta que esta cedió, a pesar de que Heracles fue mordido por una de las serpientes que tenía Cerbero en la cola. Tras apresar al perro, Heracles lo fue subiendo hasta llegar a Trecén. [...] Heracles le mostró a Euristeo el perro Cerbero y después lo devolvió de nuevo al Hades.

(Traducción de José Calderón Felices, Akal, Madrid, 1987; con modificaciones)

lunes, 20 de marzo de 2023

LOS DOCE TRABAJOS DE HERACLES (I)

    Seguimos el relato que ofrece Apolodoro (siglo I o II d. C.) en su Biblioteca mitológica (libro II, 72ss) 

Tras la batalla con los minias, a Heracles le sucedió que se volvió loco a causa de los celos de Hera y arrojó al fuego a sus propios hijos, que había tenido con Mégara, y también arrojó a los dos de Ificles. Por ello, se autocondenó al destierro, fue purificado por Tespio y se fue a Delfos a preguntar al dios Apolo en dónde vivir. La Pitia le dio entonces por primera vez el nombre de Heracles; hasta ese momento se había llamado Alcides.

    Dicen que Heracles vivió en Tirinto al servicio de Euristeo durante doce años y que cumplió los diez trabajos impuestos y se dice asimismo que, después de realizar esos trabajos, habría de ser inmortal. Oído esto, Heracles se fue a Tirinto y cumplió con lo que le había ordenado Euristeo.

Primer trabajo: el león de Nemea

    En primer lugar, Euristeo le ordenó traer la piel del león de Nemea. Este animal era invulnerable y había sido engendrado por Tifón. [...] Heracles llegó entonces a Nemea y buscó al león. Tras encontrarlo, en primer lugar lo asaeteó. Pero cuando comprendió que el león era invulnerable, empezó a perseguirlo maza en alto. Al meterse el león en una caverna de doble boca, Heracles taponó una de las entradas y se metió por la otra en busca de la fiera, a la que atrapó rodeándole el cuello con una mano. Heracles apretó hasta estrangular al león. Se lo echó a los hombros [...] y llevó el león a Micenas. 

    Euristeo, atónito por su valor, le prohibió que en adelante entrase en la ciudad y le ordenó exponer ante las puertas de la misma sus trabajos. Dicen que, por miedo, Euristeo se había preparado una tinaja de bronce escondida bajo tierra y que, enviando un mensajero, Copreo, hijo de Pélope el eleo, le ordenó los trabajos. [...]



Segundo trabajo: la hidra de Lerna

    Como segundo trabajo, Euristeo le ordenó matar a la hidra de Lerna. Esta, criada en el pantano de Lerna, salía al llano y asolaba los rebaños y la comarca. Tenía la hidra un cuerpo enorme con nueve cabezas, ocho mortales y la del medio, inmortal. Heracles se subió al carro, guiado por Yolao, y se presentó en Lerna. Detuvo los caballos y encontró a la hidra en una colina, junto a las fuentes de Amimone, en donde se hallaba su madriguera. 

    Heracles obligó a salir a la hidra lanzándole flechas incendiadas y, al hacerlo, la agarró fuertemente y la sometió. Pero ella se enrolló en uno de sus pies y se aferró a él. Nada podía conseguir Heracles golpeando las cabezas de la hidra con la maza, pues de cada cabeza golpeada crecían de nuevo otras dos. Entonces, vino en socorro de la hidra un cangrejo enorme que le mordió a Heracles en un pie, pero este mató al cangrejo y llamó en su auxilio a Yolao, quien incendió parte de un bosque cercano y abrasó con tizones las cabezas de la hidra que brotaban, impidiéndolas salir. 



    De esta manera Heracles resultó vencedor de las cabezas que renacían y, después de cortar la que era inmortal, la enterró y le puso encima una pesada piedra junto al camino que lleva a través de Lerna hacia Eleunte. Además, abrió el cuerpo de la hidra y bañó las flechas en su bilis. Sin embargo, Euristeo le dijo que este trabajo no se podía contar entre los diez, porque no había vencido a la hidra solo, sino con la ayuda de Yolao.

Tercer trabajo: la cierva de Cerinia

    Como tercer trabajo, Euristeo le ordenó traer viva a Micenas la cierva de Cerinia. La cierva, de cuernos de oro, se hallaba en Énoe y estaba consagrada a Ártemis. Por ello, Heracles no quiso ni matarla ni herirla y así la persiguió durante todo un año. El animal, cansado por la persecución, se refugió en un monte llamado Artemisio, siguió hasta el río Ladón y, cuando estaba a punto de cruzarlo, Heracles le disparó y logró atraparlo. Se echó la cierva a los hombros y se apresuró a cruzar Arcadia.



    Pero Ártemis, junto con Apolo, se encontró con Heracles y le quitó la cierva, reprochándole que hubiera intentado matar un animal consagrado a ella. Heracles pretextó necesidad, diciendo que el causante de todo había sido Euristeo, y así apaciguó la cólera de la diosa y llevó el animal vivo a Micenas.

Cuarto trabajo: el jabalí de Erimanto

    Como cuarto trabajo, Euristeo le ordenó traer vivo el jabalí de Erimanto. Esta fiera asolaba la Psófide, precipitándose desde un monte que llaman Erimanto. [...] Heracles a base de gritos hizo que el jabalí saliera de una espesura y lo lanzó aturdido hacia la espesa nieve. Así lo apresó y se lo llevó a Micenas.

Quinto trabajo: los establos de Augias

    Como quinto trabajo, Euristeo le ordenó sacar el estiércol de los rebaños de Augias en un solo día. Augias era el rey de Élide, hijo de Helio, según dicen unos, o de Posidón, según otros, o de Forbante, según algunos otros. Augias tenía muchos rebaños de ganado. Heracles se presentó ante él y, sin revelarle el mandato de Euristeo, le aseguró que en un día sacaría el estiércol si le daba una décima parte de sus rebaños. Augias, no creyéndolo posible, se lo prometió.

    Heracles tomó por testigo al hijo de Augias, Fileo. Abrió una brecha en los cimientos del establo, desvió los ríos Alfeo y Peneo, que pasaban muy cerca, y los introdujo por la brecha, después de hacer un desagüe como salida. Cuando Augias se enteró de que había hecho esto por mandato de Euristeo, no pagó la retribución e incluso negó que hubiera prometido dar una compensación, diciendo que estaba dispuesto a ser juzgado por este caso.

    Por tanto, una vez que los jueces tomaron asiento, Heracles citó a Fileo para que declarase contra su padre y este dijo que su padre había acordado darle un sueldo a Heracles. Augias, lleno de ira, les ordenó a Fileo y a Heracles que se fueran de Élide, antes de que los jueces votaran. [...] Sin embargo, Euristeo tampoco admitió este trabajo entre los diez, argumentando se había realizado a cambio de un sueldo.

Sexto trabajo: las aves de Estinfalo

    El sexto trabajo ordenado fue expulsar a las aves de Estinfalo. Había en la ciudad arcadia de Estinfalo una laguna llamada también Estinfalo, rodeada por todas partes de espesos bosques. En esa laguna se habían refugiado en masa las aves, temerosas de acabar como presa de los lobos. Heracles no sabía cómo hacer salir de los bosques a esas aves.

    En esto, Atenea le dio a Heracles unas castañuelas de bronce que había obtenido de Hefesto. Así, tocándolas sobre una montaña que se hallaba junto a la laguna, logró Heracles asustar a las aves, que, no pudiendo soportar el estrépito, se echaron a volar asustadas, y Heracles las asaeteó.

Séptimo trabajo: el toro de Creta

    El séptimo trabajo que le ordenó Euristeo fue traer el toro de Creta. Acusilao dice que este toro era el que transportó a Europa para Zeus. En cambio, algunos creen que era el toro entregado por Posidón desde el mar cuando Minos dijo que sacrificaría en honor de Posidón lo que apareciera del mar. Y cuentan que cuando Minos vio la belleza del toro, lo envió a sus rebaños y sacrificó otro toro en honor de Posidón. Por ello, este dios se encolerizó e hizo salvaje al toro.

    Pues bien, contra este toro llegó Heracles a Creta. Heracles pidió ayuda, pero Minos le dijo que tendría que luchar solo para atrapar al toro. Una vez que lo atrapó, se lo llevó y se lo enseñó a Euristeo, pero luego lo dejó libre. Entonces, este animal anduvo errante por Esparta y por toda Arcadia, atravesó el Istmo y, cuando llegó a Maratón, en la región del Ática, acosaba a sus habitantes.



(Traducción de José Calderón Felices, Akal, Madrid, 1987; con modificaciones)