lunes, 20 de marzo de 2023

LOS DOCE TRABAJOS DE HERACLES (I)

    Seguimos el relato que ofrece Apolodoro (siglo I o II d. C.) en su Biblioteca mitológica (libro II, 72ss) 

Tras la batalla con los minias, a Heracles le sucedió que se volvió loco a causa de los celos de Hera y arrojó al fuego a sus propios hijos, que había tenido con Mégara, y también arrojó a los dos de Ificles. Por ello, se autocondenó al destierro, fue purificado por Tespio y se fue a Delfos a preguntar al dios Apolo en dónde vivir. La Pitia le dio entonces por primera vez el nombre de Heracles; hasta ese momento se había llamado Alcides.

    Dicen que Heracles vivió en Tirinto al servicio de Euristeo durante doce años y que cumplió los diez trabajos impuestos y se dice asimismo que, después de realizar esos trabajos, habría de ser inmortal. Oído esto, Heracles se fue a Tirinto y cumplió con lo que le había ordenado Euristeo.

Primer trabajo: el león de Nemea

    En primer lugar, Euristeo le ordenó traer la piel del león de Nemea. Este animal era invulnerable y había sido engendrado por Tifón. [...] Heracles llegó entonces a Nemea y buscó al león. Tras encontrarlo, en primer lugar lo asaeteó. Pero cuando comprendió que el león era invulnerable, empezó a perseguirlo maza en alto. Al meterse el león en una caverna de doble boca, Heracles taponó una de las entradas y se metió por la otra en busca de la fiera, a la que atrapó rodeándole el cuello con una mano. Heracles apretó hasta estrangular al león. Se lo echó a los hombros [...] y llevó el león a Micenas. 

    Euristeo, atónito por su valor, le prohibió que en adelante entrase en la ciudad y le ordenó exponer ante las puertas de la misma sus trabajos. Dicen que, por miedo, Euristeo se había preparado una tinaja de bronce escondida bajo tierra y que, enviando un mensajero, Copreo, hijo de Pélope el eleo, le ordenó los trabajos. [...]



Segundo trabajo: la hidra de Lerna

    Como segundo trabajo, Euristeo le ordenó matar a la hidra de Lerna. Esta, criada en el pantano de Lerna, salía al llano y asolaba los rebaños y la comarca. Tenía la hidra un cuerpo enorme con nueve cabezas, ocho mortales y la del medio, inmortal. Heracles se subió al carro, guiado por Yolao, y se presentó en Lerna. Detuvo los caballos y encontró a la hidra en una colina, junto a las fuentes de Amimone, en donde se hallaba su madriguera. 

    Heracles obligó a salir a la hidra lanzándole flechas incendiadas y, al hacerlo, la agarró fuertemente y la sometió. Pero ella se enrolló en uno de sus pies y se aferró a él. Nada podía conseguir Heracles golpeando las cabezas de la hidra con la maza, pues de cada cabeza golpeada crecían de nuevo otras dos. Entonces, vino en socorro de la hidra un cangrejo enorme que le mordió a Heracles en un pie, pero este mató al cangrejo y llamó en su auxilio a Yolao, quien incendió parte de un bosque cercano y abrasó con tizones las cabezas de la hidra que brotaban, impidiéndolas salir. 



    De esta manera Heracles resultó vencedor de las cabezas que renacían y, después de cortar la que era inmortal, la enterró y le puso encima una pesada piedra junto al camino que lleva a través de Lerna hacia Eleunte. Además, abrió el cuerpo de la hidra y bañó las flechas en su bilis. Sin embargo, Euristeo le dijo que este trabajo no se podía contar entre los diez, porque no había vencido a la hidra solo, sino con la ayuda de Yolao.

Tercer trabajo: la cierva de Cerinia

    Como tercer trabajo, Euristeo le ordenó traer viva a Micenas la cierva de Cerinia. La cierva, de cuernos de oro, se hallaba en Énoe y estaba consagrada a Ártemis. Por ello, Heracles no quiso ni matarla ni herirla y así la persiguió durante todo un año. El animal, cansado por la persecución, se refugió en un monte llamado Artemisio, siguió hasta el río Ladón y, cuando estaba a punto de cruzarlo, Heracles le disparó y logró atraparlo. Se echó la cierva a los hombros y se apresuró a cruzar Arcadia.



    Pero Ártemis, junto con Apolo, se encontró con Heracles y le quitó la cierva, reprochándole que hubiera intentado matar un animal consagrado a ella. Heracles pretextó necesidad, diciendo que el causante de todo había sido Euristeo, y así apaciguó la cólera de la diosa y llevó el animal vivo a Micenas.

Cuarto trabajo: el jabalí de Erimanto

    Como cuarto trabajo, Euristeo le ordenó traer vivo el jabalí de Erimanto. Esta fiera asolaba la Psófide, precipitándose desde un monte que llaman Erimanto. [...] Heracles a base de gritos hizo que el jabalí saliera de una espesura y lo lanzó aturdido hacia la espesa nieve. Así lo apresó y se lo llevó a Micenas.

Quinto trabajo: los establos de Augias

    Como quinto trabajo, Euristeo le ordenó sacar el estiércol de los rebaños de Augias en un solo día. Augias era el rey de Élide, hijo de Helio, según dicen unos, o de Posidón, según otros, o de Forbante, según algunos otros. Augias tenía muchos rebaños de ganado. Heracles se presentó ante él y, sin revelarle el mandato de Euristeo, le aseguró que en un día sacaría el estiércol si le daba una décima parte de sus rebaños. Augias, no creyéndolo posible, se lo prometió.

    Heracles tomó por testigo al hijo de Augias, Fileo. Abrió una brecha en los cimientos del establo, desvió los ríos Alfeo y Peneo, que pasaban muy cerca, y los introdujo por la brecha, después de hacer un desagüe como salida. Cuando Augias se enteró de que había hecho esto por mandato de Euristeo, no pagó la retribución e incluso negó que hubiera prometido dar una compensación, diciendo que estaba dispuesto a ser juzgado por este caso.

    Por tanto, una vez que los jueces tomaron asiento, Heracles citó a Fileo para que declarase contra su padre y este dijo que su padre había acordado darle un sueldo a Heracles. Augias, lleno de ira, les ordenó a Fileo y a Heracles que se fueran de Élide, antes de que los jueces votaran. [...] Sin embargo, Euristeo tampoco admitió este trabajo entre los diez, argumentando se había realizado a cambio de un sueldo.

Sexto trabajo: las aves de Estinfalo

    El sexto trabajo ordenado fue expulsar a las aves de Estinfalo. Había en la ciudad arcadia de Estinfalo una laguna llamada también Estinfalo, rodeada por todas partes de espesos bosques. En esa laguna se habían refugiado en masa las aves, temerosas de acabar como presa de los lobos. Heracles no sabía cómo hacer salir de los bosques a esas aves.

    En esto, Atenea le dio a Heracles unas castañuelas de bronce que había obtenido de Hefesto. Así, tocándolas sobre una montaña que se hallaba junto a la laguna, logró Heracles asustar a las aves, que, no pudiendo soportar el estrépito, se echaron a volar asustadas, y Heracles las asaeteó.

Séptimo trabajo: el toro de Creta

    El séptimo trabajo que le ordenó Euristeo fue traer el toro de Creta. Acusilao dice que este toro era el que transportó a Europa para Zeus. En cambio, algunos creen que era el toro entregado por Posidón desde el mar cuando Minos dijo que sacrificaría en honor de Posidón lo que apareciera del mar. Y cuentan que cuando Minos vio la belleza del toro, lo envió a sus rebaños y sacrificó otro toro en honor de Posidón. Por ello, este dios se encolerizó e hizo salvaje al toro.

    Pues bien, contra este toro llegó Heracles a Creta. Heracles pidió ayuda, pero Minos le dijo que tendría que luchar solo para atrapar al toro. Una vez que lo atrapó, se lo llevó y se lo enseñó a Euristeo, pero luego lo dejó libre. Entonces, este animal anduvo errante por Esparta y por toda Arcadia, atravesó el Istmo y, cuando llegó a Maratón, en la región del Ática, acosaba a sus habitantes.



(Traducción de José Calderón Felices, Akal, Madrid, 1987; con modificaciones)


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