miércoles, 12 de diciembre de 2012

PROMETEO (III)

El siguiente relato lo encontramos en la obra Trabajos y Días (versos 47 y siguientes) del poeta griego Hesíodo (s. VIII a. C.):
Prometeo y Pandora
Zeus les escondió el sustento a los hombres, porque estaba irritado en su corazón, puesto que lo había engañado Prometeo, de mente tortuosa. Por ello, Zeus dispuso tristes preocupaciones para los hombres y les ocultó el fuego. Pero, a su vez, Prometeo, el noble hijo de Jápeto, se lo robó para los hombres al providente Zeus, escondiéndolo en el hueco de una cañaheja, sin que se diera cuenta Zeus que se alegra con el rayo. Y lleno de cólera dijo Zeus el amontonador de nubes:
"¡Hijo de Jápeto, que a todos aventajas en astucia, te alegras de haberme robado el fuego y de haberme engañado, gran calamidad para ti mismo y para los hombres futuros! Yo, a cambio del fuego, les daré un gran mal con el que todos se alegren en su corazón, complaciéndose en su propia desgracia!"
Así habló y se echó a reír el padre de hombres y dioses, y ordenó al muy ilustre Hefesto que inmediatamente mezclara tierra con agua, que formara una hermosa y encantadora figura de doncella que igualara en el rostro a las diosas inmortales y que le infundiera voz humana y fuerza . Luego ordenó que Atenea le enseñara sus labores, a tejer la tela de fino trabajo. A la dorada Afrodita le mandó que derramara sobre su cabeza la gracia, un irresistible deseo y cautivadores encantos; y a Hermes, el mensajero Argifonte, le encargó que pusiera en ella un espíritu cínico y un carácter voluble.
Así habló y ellos obedecieron al soberano Zeus, hijo de Crono. Inmediatamente Hefesto, el ilustre patizambo, modeló con tierra una figura parecida a una casta doncella, por voluntad del hijo de Crono. La diosa Atenea de ojos brillantes ciñó su cintura y la vistió. Alrededor de su cuello las divinas Gracias y la venerable Persuasión le colocaron collares de oro; las Horas de hermosos cabellos la coronaron con flores de primavera. Palas Atenea colocó en su cuerpo toda clase de adornos. Luego, Hermes, el mensajero Argifonte, creó en su pecho mentiras, palabras aduladoras y un carácter voluble, por voluntad de Zeus gravitonante. Hermes, el mensajero de los dioses, le infundió el habla y dio a esta mujer el nombre de Pandora, porque todos los dioses que habitan el Olimpo le concedieron un regalo, desgracia para los hombres que se alimentan de pan.


 Después de cumplir su duro e irremediable engaño, el padre Zeus envió hacia Epimeteo al ilustre Hermes, rápido mensajero, con el regalo de los dioses. Y no se acordó Epimeteo de que Prometeo le había dicho que no aceptara nunca un regalo de Zeus Olímpico, sino que lo devolviera de nuevo para evitar que pudiera ser perjudicial para los mortales. Pero Epimeteo lo recibió y sólo cuando el mal ya no tenía remedio, se dio cuenta.
Pues antes las tribus de hombres vivían sobre la tierra sin penas y libres del duro trabajo y de las penosas enfermedades que ocasionan la muerte a los hombres. Pero aquella mujer, al quitar con sus manos la gran tapa de la tinaja que llevaba, dispersó los males y preparó para los hombres tristes calamidades. Únicamente quedó dentro de las indestructibles paredes de la tinaja la Esperanza y no salió volando hacia la puerta, pues antes Pandora le había puesto la tapa a la tinaja, por voluntad de Zeus portador de la égida y amontonador de nubes.
Pandora abre la tinaja de los males

Y ahora innumerables males revolotean entre los hombres. La tierra y el mar están llenos de desgracias. Unas enfermedades de día y otras de noche van y vienen a su antojo, llevando dolores a los mortales en silencio, porque el prudente Zeus les privó de la voz. Así, no hay ningún medio de escapar de los designios de Zeus.

(Trad. de Mª Antonia Corbera, Madrid, Akal, 1990; con modificaciones)

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