sábado, 17 de noviembre de 2012

RÓMULO Y REMO (I)

En la Historia de Roma desde su fundación (el título en latín es Ab urbe condita libri) de Tito Livio (64 o 59 a. C. - 17 d. C.) encontramos el siguiente relato (Libro I, caps. 3, 6 - 4):

Los reyes de Alba Longa

A continuación reina en Alba Longa el hijo de Ascanio, Silvio, quien había nacido casualmente en una selva. Este es padre de Eneas Silvio; este a su vez de Latino Silvio, el cual fundó algunas colonias, los llamados Latinos primitivos. Se mantuvo después el sobrenombre de Silvio para todos los que reinaron en Alba Longa. De Latino nació Alba; de Alba, Atis; de Atis, Capis; de Capis, Capeto; de Capeto, Tiberino, que se ahogó al atravesar el río Albula y por ello le dio al río su nombre célebre en el futuro, Tíber. A continuación reina Agripa, hijo de Tiberino; después de Agripa reina Rómulo Silvio, que recibe el trono de su padre. Este fue herido por un rayo, por lo que el reino pasó directamente a Aventino. Este, enterrado en la colina que es ahora una parte de la ciudad de Roma, dio su nombre a la colina. Después reina Proca. Este engendra a Numitor y a Amulio. A Numitor, que era el mayor de sus hijos, le entrega el antiguo reino de la familia Silvia. Pero pudo más la violencia que la voluntad paterna o el respeto a la edad: Amulio expulsó a su hermano y reinó en su lugar. Añade un crimen a otro crimen; eliminó a los hijos varones de su hermano y a la hija de este, Rea Silvia, la eligió sacerdotisa vestal, así, con el pretexto de honrarla con la virginidad perpetua, le quitó la esperanza de ser madre.

  
Nacimiento de los gemelos Rómulo y Remo

Pero, en mi opinión, era una exigencia del destino el nacimiento de una ciudad tan grande y el principio del imperio mayor del mundo después del poder de los dioses. La vestal, víctima de una violación, tuvo dos hijos gemelos y, bien porque ella lo creyera así, bien porque la complicidad de un dios dignificaba su falta, atribuyó a Marte la paternidad de su sospechosa descendencia. Pero ni los dioses ni los hombres la libraron a ella o a sus hijos de la crueldad del rey Amulio. La sacerdotisa fue apresada y metida en una cárcel. En cuanto a los niños el rey mandó que los arrojaran al curso del río. Por una casualidad, milagrosamente, el Tíber, desbordado por encima de sus orillas en suaves estanques, no permitía el acceso hasta el cauce normal de su corriente, pero a los que llevaban a los niños les daba la confianza de que estos se ahogarían, aunque el agua estuviera en calma. Así, creyendo cumplir la orden del rey, abandonan a los niños en la charca más cercana, donde está ahora la higuera Ruminal, llamada antes, según cuentan, Romular.

Marte y Rea Silvia (Rubens)

La loba

Había entonces grandes despoblados en esa región. Una tradición sostiene que cuando el agua, poco profunda, depositó en un lugar seco el cesto flotante donde estaban depositados los niños, una loba sedienta encaminó allí su carrera desde las montañas de alrededor, atraída por el llanto de los niños, y a estos les ofreció sus ubres, tan mansamente que el mayoral del ganado del rey - Fáustulo dicen que se llamaba - la encontró lamiéndolos con la lengua. Este los llevó a la majada y se los entregó a su esposa, Larencia, para que los criara. Hay otros que piensan que esta Larencia era llamada "loba" entre los pastores porque ejercía la prostitución, y que este hecho dio lugar a la leyenda maravillosa.

Resultado de imagen de loba capitolina




Adolescencia de los gemelos

Así nacidos y así criados, en cuanto tuvieron edad, incapaces por su carácter de quedarse en la majada o con el ganado, recorrían los bosques cazando. Con el vigor del cuerpo y del carácter adquirido en este ejercicio, bien pronto no solo hacían frente a las fieras, sino que asaltaban a los ladrones cargados de botín y distribuían su presa entre los pastores y compartían con ellos ocupaciones y diversiones, formando una banda de jóvenes que crecía día tras día.

(Trad. de Antonio Fontán, Madrid, Alma Mater, 1997; con modificaciones)

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